Los pinos.

04/12/24
Texto: Jesús Sánchez Campuzano
Fotografías: Mario Sánchez Román (195?) y Francisco Campuzano Izquierdo (2024)

La controversia


¡Queremos más árboles!

Así acaba el artículo de la revista Zulema, número 2 de abril de 1959. Fernando Campuzano me dio una copia de esta curiosa revista de la que desconocía su existencia.

Pinus pinaster (Pino resinero), Pinus halepensis (Pino carrasco) y Pinus pinea (Pino piñonero). Así se llaman los pinos que forman las masas de pinares de nuestra sierra. Algún ejemplar disperso de Pinus insignis y de Pinus nigra y pueden verse por la loma de Los Sandiales, por El Calvario…. Supongo que vendrían mezclados entre tanto plantón en aquellos años en los que se realizó la repoblación. Sin olvidarnos de las cupresáceas. Detrás del Castillejo existe una repoblación cuanto menos curiosa de cipreses, me recordaba mi hermana Miriam el otro día.

Desde joven, en conversaciones de mayores oía hablar de “Los Pinos”. La culpa de Los Pinos, por culpa de Los Pinos... Como si los pinos fuesen culpables de no sé qué. Luego, con el pasar de los años y mi aprendizaje en la materia forestal, entendí aquellos comentarios.

Hace poco, visité una finca en Alcalá de los Gazules y divisando el paisaje con mis prismáticos observé a lo lejos una masa de pinar bastante longeva y tupida. Pregunté a mi amigo Javier y me indicó, sonriendo quizás por mi curiosidad, que se trataba de pinar autóctono de Pinus pinaster, (“Pinzapos” en Alcalá, antiguamente llamados así en aquella sierra), en el paraje denominado La Cancha del Pinar en Huerta Perdida. Además, me indicó que Luis Ceballos y Martín Bolaños fueron a estudiarlo allá por los años 30 en su estudio botánico de la sierra de Cádiz, dato que desconocía. Iban buscando pinsapos allí en Alcalá por indicación de los lugareños.

La reforestación en España


De la desolación al renacer forestal.

Recorriendo un poco la historia partimos del estado desarbolado en el que se encontraban nuestras sierras en la primera mitad del siglo XX y supongo que igualmente durante el siglo XIX y muy probablemente varios siglos atrás, ocasionados por diferentes causas, como las desamortizaciones llevadas a cabo por nuestros políticos, entre ellos Mendizábal y Madoz, y aprovechamientos desmesurados durante siglos de historia.

Este último hace referencia a Grazalema en su Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España y Sus Posesiones de Ultramar, en el que describe el monte de cada uno de los municipios de la sierra. Y dice de Grazalema:

”Abundan sus encinas y algarrobos”.

Y por la necesidad de la gente de la sierra y campiña de sobrevivir de cualquier manera ante las brutales depresiones económicas que se vivieron en esos períodos, como siempre por el interés de unos pocos en contra del común de la sociedad. Con el sobrepastoreo, los incendios y el remate de nuestra triste guerra Civil, se llegó a una situación en los años 40 en la que Patrimonio Forestal del Estado advirtió a nuestros gobernantes de la necesidad imperiosa de recuperar, al precio que fuese, la foresta española.

El proceso repoblador en España se inició a finales del siglo XIX de manera puntual y de forma masiva en la década de los 40 (1941) y duró hasta bien entrado el año 1982, fecha en la que las competencias forestales son cedidas a las comunidades autónomas. En Grazalema se iniciaron a finales de los 50.

Estas repoblaciones han sido tanto criticadas como aplaudidas por diferentes sectores de la sociedad y han creado controversias a nivel técnico y político, tanto en la elección de la especie a plantar, como en la superficie que debía ser susceptible de dicha repoblación.

Los campos españoles en esa época estaban totalmente expuestos a las inclemencias meteorológicas. No olvidemos el papel protector del bosque, indispensable para garantizar la conservación de cualquier especie tanto animal como vegetal. Las cuencas hidrográficas sufrían inundaciones, desbordamientos, aluviones y arrastres de áridos y unas escorrentías desmesuradas que hacían peligrar la durabilidad y conservación de nuestro suelo.

Entrada la segunda mitad del siglo XIX y tras la segunda desamortización (Madoz), se crea la primera Administración forestal Española, provocada ya la inquietud por la recuperación de los bosques españoles. Tras tanto arranque y corta de arbolado con el fin de recuperar terreno para cultivos agrícolas y construcción de infraestructuras, se llega a la conclusión de que el resultado es un empobrecimiento del suelo que solo puede ser regenerado mediante repoblación.

En 1898 se crean las comisiones de repoblación y se empiezan a repoblar parajes de especial interés. En Andalucía están los ejemplos de las dunas de Matalascañas, Tarifa, etc..

Un hito importante fue la creación de la Ley del Monte Protector en el año 1908, en la que se primaba la importancia del bien común ante el bien particular y desde ese momento se empezó a promulgar el sentimiento de protección del bosque. La ciudadanía fue tomando conciencia de lo que significaba tener un patrimonio forestal ordenado y abundante, y su valor económico.

Esta ley fue duramente criticada y atacada por intereses particulares, pero en 1918 fue ratificada definitivamente por otra en la que por primera vez se prohíbe la corta en terrenos privados sin autorización de la administración competente y se hace en respuesta a la dura especulación que existía en España y en Europa (durante la primera guerra mundial), por el precio de la madera. Esta última fue otra de las grandes causas de la desaparición de gran parte de las masas forestales de nuestro país y de Europa en general.

Fue en 1926 cuando se aprobó el primer plan de repoblación forestal en el que se viene a decir que una de las mayores preocupaciones de los españoles es la deforestación y la grave influencia económica que tiene directamente sobre la riqueza del país. Se inició un plan de reforestación nacional con el objetivo de restaurar las cabeceras de las cuencas hidrográficas, terrenos abandonados y otros de interés particular. Esto se estimó en un periodo de 10 años. Aunque no duró mucho por escasez de fondos económicos.

No voy a contar lo que ocurre en los dos o tres años anteriores al 36 ni lo que ocurre hasta el 41, pero sí mencionar que es en 1935 cuando se crea, por parte del gobierno de la República, la institución Patrimonio Forestal Español, que debido al conflicto queda invalidado, pero no desaparece. En el 38 se aprueba, con urgencia y en plena guerra, un plan de repoblación forestal. Y en 1941 se rescata definitivamente Patrimonio Forestal Español, refundándose prácticamente igual que en el 35. Se impulsa entonces la masiva repoblación forestal de España.

La repoblación


La visión forestal

Los ingenieros diseñan un plan de repoblación forestal con una inversión millonaria y con un periodo de amortización de 100 años. Y digo de amortización porque fue así como se planteó, es decir, la inversión es un gasto que a la larga se recupera en activos madereros, labor social y en valor del suelo. Todo eso es cuantificable económicamente. Por un lado, recuperabas el monte y al mismo tiempo revalorizabas el suelo, sin contar con las enormes cantidades de jornales que se dieron para la población rural.

Recuerdo cuando trabajaba en Extremadura a finales de los 90, en La Siberia Extremeña, montes de Garlitos, Siruela, Helechosa, etc. cuando iba con los agentes forestales viendo los tajos, aparecían restos de edificaciones en lugares remotos. Un día le pregunté a Rafael (DEP), el guarda mayor de aquella zona, que qué eran esas construcciones y me explicó que eran barracones que se construyeron para albergar a los trabajadores. Tenían cuadras para las bestias, los arados y demás aperos de labranza. Todo para repoblar masivamente las 50 mil has. de reserva de caza actual y de un valor ecológico y cinegético en la actualidad, que no se hubiera conseguido sin ese esfuerzo.

Ese plan debió haber durado hasta 2041. Llegó en realidad hasta 1982 y ahí fue donde empezó a decaer el espíritu repoblador de aquellos ingenieros y visionarios de las primeras décadas del siglo XX. Me refiero a Luis Ceballos, Martín Bolaños y otros muchos que inculcaron a nuestro políticos la necesidad imperiosa de recuperar el monte.

Bien, llega el momento de elegir las especies con las que repoblar. He llegado a oír que los pinos son todos introducidos y que no son especies autóctonas. Que se debería de haber repoblado con encinas desde un primer momento y que ahora el monte sería otro. Puede que sí y puede que no.

¿Consideramos al algarrobo como autóctono? Sí, se considera autóctono. Pero hay autores que afirman que el algarrobo fue introducido en la antigüedad para su cultivo y aprovechamiento de la algarroba. Por tanto, ¿fue en la antigüedad un error introducir el algarrobo en nuestras sierra?. No voy a entrar en discutir esto, pero sí lo dejo como reflexión.

Cuando el suelo está tan degradado y esquilmado por quienes lo usan (ganado, hombre) y quienes lo arrasan (hombre, clima, incendios) llega un momento en el que hay que decidir si poner especies autóctonas o alóctonas. Al final, siempre el objetivo es recuperar lo perdido siglos atrás. Está demostrado que las especies frondosas (encinas) se recuperan solas, pero lo hacen mejor si tienen horas de sombra y tienen protección de las inclemencias meteorológicas, cosa que según las fotos que ilustran este artículo, puede observarse que no existía.

Siempre he oído y me han preguntado: ¿Por qué no se pusieron encinas, por qué no se puso todo de Pinus pinea que da más beneficio económico, u otras especies?

Como decía, cuando el suelo está tan degradado hay que elegir especies que sean lo suficientemente tolerantes ante la adversidad.

Lo explico con estos ejemplos: cuando subimos al Simancón, desde el inicio de la vereda de la Cañada Mahón, vemos ejemplares ya de cierto tamaño y porte de Pinus pinaster. A medida que vamos subiendo, los pinos se mantienen en densidad y porte hasta que llegamos al puerto del Endrinal. Allí prácticamente desaparecen. Vuelven a aparecer ejemplares de cierto porte más abajo, tanto en el mismo llano, como en el inicio de la subida al Simancón. Sin embargo por toda la parte de Cueva Dos Puertas, Calvario, Las Llanás, puerto de Rotacapa… el pino que predomina es el P. halepensis. Y por toda la falda del San Cristóbal encontramos nuevamente al P. pinaster.

¿Por qué es esto? Pues estoy casi seguro que el ingeniero que dirigió esa repoblación usó el P. halepensis en zonas donde el suelo era casi nulo y donde había más profundidad usó el P. pinaster y P. pinea.

¿Con esto estoy diciendo y afirmando que fue la mejor elección en aquellos años? Pues creo que sí. Y digo creo porque no quiero ser presuntuoso y solo quiero dar mi opinión, pero como conocedor del tema, sí puedo afirmar que yo hubiera hecho lo mismo. Quizás hubiera sido una opción ir intercalando encinas y arbustos a medida que los pinos iban creciendo y consolidando suelos. De hecho, ahora se sigue haciendo igual en función del monte a repoblar. Yo mismo he hecho repoblaciones mixtas con un 70% de pinos y el resto de Quercus.

Y los pinos no son especies exóticas, ni introducidas, como se afirma en algunos coloquios. Los pinos son parte del ecosistema mediterráneo desde hace miles de años.

¿El monte se regenera solo? Sí. La naturaleza es muy sabia y el monte se regeneraría solo si la actividad del hombre respetase esa regeneración natural. Posiblemente, si nuestra sierra se hubiera dejado sola durante 30 o 40 años a su libre destino natural se habría regenerado un encinar, que es el que existía siglos atrás, pero siempre libre de pastoreo y de actividad humana. ¿Esto hubiera sido posible? Pues sinceramente creo que no. De hecho, ahí están los datos y las fotografías que atestiguan el estado de la sierra en aquellos años. Y la realidad es que durante casi un siglo no se regeneró. Además existen parajes donde no se hizo repoblación y pasados 60 años siguen estando despoblados.

Es curioso ver las partes altas de nuestra sierra repobladas de pinos y sin embargo las más bajas como el monte de Los Laureles, Monte Abajo, Higuerón, etc. mantienen las quercíneas como árbol predominante y autóctono. ¿Por qué es esto? Pues muy probablemente por la titularidad de estos montes, que no permitieron su deforestación o por su imposibilidad de ser convertidos en superficies de aprovechamiento agrícola dado su relieve. Puede que haya otros factores, pero el hecho es que se conservaron.

Lo que ocurría en aquellos años es que se necesitaba una cubierta forestal lo más grande posible y en tiempo récord. España necesitaba reservas madereras para darle valor a sus montes y proteger sus suelos al mismo tiempo.

Pues en Grazalema ocurrió lo mismo. Se empezó a repoblar desde aquellos años hasta las últimas repoblaciones con pinsapos que recuerdo en los años 80. Por cierto, estas muy acertadas desde mi punto de vista y el resultado se puede ver hoy en día.

Hablando con mis amigos Paco y Jose Diánez Guerrero, me cuentan cómo ellos, al igual que otros operarios forestales, participaron en la densificación de la Sierrecilla con especies como quejigos, cedros y otros. El resultado es un magnífico y bellísimo bosque mixto. Y me consta que es un orgullo para ellos el haber participado en esas reforestaciones.

Conclusión


Herencia y futuro de nuestra sierra

Como en todo, existen defensores y detractores de estas repoblaciones. Mi intención con este artículo ha sido hacer una reflexión y explicación de los pinares que cubren nuestras piedras que hace 60 años estaban desnudas, como atestiguan estas fotos.

Cuando ahora voy paseando por nuestros parajes y veo la regeneración de quercíneas que hay bajo las copas de los pinos, me hace estar cada vez más de acuerdo con las decisiones de nuestros ingenieros de montes de aquella época.

Veo que se hacen clareos de pinos, aunque quizás harían falta más, y se ayuda a la proliferación de encinas, pero ya es mucho más fácil que éstas prosperen pues el suelo es bastante más rico en materia orgánica y más seguro. Además se ven unos ejemplares enormes de Pinus pinaster y de Pinus Pinea que generan trabajos silvícolas, jornales, frutos para su aprovechamiento, setas propias de pinares como los níscalos, tan apreciados por vecinos de nuestra sierra, y en definitiva una riqueza que desde mi punto de vista, como técnico en la materia, me hace sentir satisfecho y me alegra.